domingo, 6 de abril de 2008

A LEI DA SELVA


"¡Está bien, carajo, que lo hayan matado! Yo mismo le hubiera dado varios tiros si hubiera estado allí. A esa gente abusiva se la mata", dice el chofer de un colectivo que cubre la ruta Puerto Maldonado-Iberia, refiriéndose al asesinato del teniente gobernador Julio García Agapito, en la localidad de Alerta, cerca de la frontera con Bolivia, en la selva de Madre de Dios. La tarde del pasado 28 de febrero, doce disparos remecieron los interiores del local de Instituto de Recursos Naturales (Inrena), ubicado apenas a tres metros de la carretera que une Brasil y Bolivia con el Perú. Ocho tiros impactaron en la cabeza y el cuerpo de García, de 44 años, un hombre que era odiado porque se enfrentaba a los traficantes de madera, tanto a los grandes como a los chicos. Por su conducta pegada a la ley la gente lo llamaba "Señor Gobierno". Precisamente por cumplir la ley, por intervenir un cargamento ilegal de madera, lo mató sin miramientos el traficante Amancio Jacinto Maqque.

El homicidio, sin embargo, no mereció cobertura en la prensa nacional. Ninguna autoridad gubernamental salió a expresar rechazo y pesar por el asesinato de un funcionario que se batía contra uno de los más lucrativos negocios ilegales en la selva. Mucha gente no quería al teniente gobernador porque buena parte de la población vive de la tala y venta ilegal de la madera. Por eso el taxista comentaba alegremente, como otros, el crimen del enemigo número uno del contrabando de madera.

Clique aqui para ler a continuação da reportagem especial de Miguel Gutiérrez R., publicada na edição de hoje do jornal La Republica, sobre a violência da exploração madeireira no Peru, a menos de 100 quilômetros da fronteira com o Acre.

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